dijous, 21 de maig del 2015

1er Premi de Prosa Castellana

Crónicas desde la celda

Salud. Esta es mi historia, al menos la del peor día de mi vida. Me encontraba en Suiza con el tiempo me había convertido en un rico empresario de ocio. En mi país pagaba demasiado y contra más tenía más quería. Fui a cerrar un acuerdo con una empresa de este país el de los cuatro rincones. Se sospechaba que una banda de delincuentes iba tras de mí, pero pensaba que no era más que un rumor que susurraba el viento. No tomé precaución alguna, llevé a una entidad financiera veinticuatro millones de libras en efectivo. Una vez dentro del banco, comenzó la pesadilla: siete hombres disfrazados de Spiderman entraron en el banco. Armados cuatro de ellos con fusiles Kalashnikov y los otros tres, con Uzis del calibre 12, venían a por mí lo sabía. Me golpearon la cabeza con la culata de un fusil y empecé a sangrar. en ese momento de adrenalina. un empleado dio la alarma y nos atrincheraron, pero ami me llevaron al servicio para limpiarme y tratarme la herida. En un instante aseste una patada a mi verdugo, cayó inconsciente y lo rematé. Despojé al cadáver, comprobé que tenía un puro habanero y un puro en el bolsillo interior de mi americana. Inventé un sistema con la pólvora de la munición. Amontoné la pólvora de todas las balas , la presioné dentro de mi zippo, pero antes, encendí el puro y lo impregné con el queroseno del mechero. Poco a poco y con buena letra, empecé a pensar y a ir a otro habitáculo, un almacén de papel donde guardaban los archivos menos importantes de sus clientes. Allí cogí papeles ya que tenía conocimientos de la química del papel y la celulosa. Sabía que, queroseno más pólvora a presión y papel impregnado de productos químicos harían una gran explosión. Le di vueltas, lo preparé todo y lo prendí. Acto seguido, me refugié entre dos retretes. Explosionó todo el banco y envuelto todo en llamas entraron los bomberos, me encontraron empapado y en estado de shock.
Dos meses después, dictó la sentencia del juicio. Me culparon de cometer treinta y dos homicidios.
Condenado, solo y despojado de mi gran fortuna, escribo entre rejas ésta historia para que cuando encuentren mi cuerpo colgando de una tubería, me puedan creer.

Autor: Oliver Diéguez

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